miércoles, 15 de diciembre de 2010

Todo sobre mi mala suerte – Parte 2

Pues falló. Por poco pierdo el vuelo y tuve a los tripulantes de cabina cagándome a pedos hasta último momento. Con decir que cerraron la puerta del avión detrás de mí les digo todo. Pero les detallo, porque quiero que esto quede escrito en algún lado para contarles a mis nietos (si algún día vuelvo de Hungría….). Con el web check-in hecho, la aerolínea me informó que 45 minutos antes del vuelo debía despachar el equipaje y que las puertas cerraban 20 minutos antes de la partida. Yo volaba 17:20, o sea que debía llegar a la terminal 5 de Heathrow (desde donde sale British Airways) a las 16:35 como máximo y que debía estar arriba de la nave a las 17:00. Nuevamente, para evitar cualquier trastorno salí de mi casa a las 14:00. Mis matemáticas indicaban que a las 15:20 estaría en Heathrow y hasta iba a poder almorzar algo ahí.

Al llegar a la estación Oval de Northern Line, pregunto como llegar a Heathrow. Yo en realidad ya sabía, pero los fines de semana (era domingo) siempre hay planes de mantenimiento, cortes programados, etc etc, por lo que si era “imposible” llegar al aeropuerto por underground el señor amablemente me lo indicaría y yo, teniendo suficiente tiempo en ese momento buscaría otra forma de viajar. El tipo tenía pocas ganas de hablar y me dijo “Anden 1 hasta Leicester Square, ahí agarrás la Piccadilly y llegas a Heathrow, 1:15 mas o menos”. Bueno….ya tenía la confirmación, pero recuerden esas palabras. Cuando terminen de leer el post, vuelvan acá y comprendan con que información yo contaba….¿¿tanto le costaba al tipo decirme la verdad??

Mientras iba bajando las escaleras hacia el andén escuché un anuncio por los altoparlantes totalmente indescifrable. Tienen submarinos nucleares, búnkeres invisibles desde el cielo, gente en el espacio, aviones espía no tripulados y muchos otros adelantos tecnológicos pero la calidad del sonido de los altoparlantes en las estaciones de tube (no así en los trenes y estaciones de bus) es paupérrima. Es necesario haber nacido en la época del fonógrafo para tener el oído entrenado. Lo único que llegué a escuchar fueron cinco palabras “Piccadilly” “District” “line” “major delays”. En fin, ya estaba en el baile, a bailar.

Me siento en el andén como Penélope a esperar el tren, dejo a un costado mi valija, mis dos mochilas y mi notebook y estudio el mapa del underground. La Northern Line se divide en 2. Una rama va más para el oeste y otra hacía el este. Leicester Square está hacia el oese, pero según los carteles indicadores, ninguno de los próximos 4 trenes iría para ese lado. Dejo pasar el primero y por los altoparlantes vuelven a repetir el mismo mensaje encriptado en algún código que aún desconozco e inmediatamente después dicen que los que quieren tomar un tren hacía Charing Cross (rama del oeste) debía tomar cualquier tren, bajar el la siguiente y cambiar de andén. Ya había dejado pasar 1 tren y los minutos contaban. Me subo al siguiente con mis 60 kg de equipaje, bajo en la siguiente, cambio de andén, a los 2 minutos llega el tren que necesitaba y al cabo de 10 minutos ya estaba en Leicester Square.

Bueno, no fue tan trágico, solamente perdí un tren, un par de minutos. Por los altoparlantes…el mismo mensaje. Esta vez usaron otra encriptación, una que pude entender algo mejor, no agarré todo el mensaje, pero básicamente decía “District line parada, Piccadilly line problema de señales, SEVERAS DEMORAS”. Nuevamente la sangre subiendo a mi cabeza, aunque esta vez tenía menos opciones. ¿Tomo un bus? La semana pasada una amiga fue a Heathrow en bus porque le dijeron que el underground no es confiable y se clavo 4 horas en la autopista por un choque. Perdió el vuelo, tuvo que volar 2 días después. ¿Tomo un tren? ¿Voy a Victoria? Mmm…¿los trenes a Heathrow salen de Victoria? Realmente no se…y ya estoy acá. Bueno, tomo la Piccadilly”.

Llego al andén y tuve un déjà vu. Estaba de nuevo en Buenos Aires, más precisamente en la estación 9 de Julio de la Línea D un viernes a las 18:10. ¡¡Qué lindo!! Los carteles indicadores….bien gracias. Ninguna información, nada. Hora 14:30, sin opciones…a esperar. Al cabo de 15 larguísimos minutos llega un tren hacia las terminales 1, 2, 3 y 5. Recuerden que yo iba a la 5. De alguna forma me tenía que meter en ese tren con todo mi equipaje. Al acercarse el tren me di cuenta que iba a ser imposible. Los subtes en Londres son más bien redondos (por eso “tube”) por lo que el tren parecía una serie de latas de humanos en su salsa (sudor), prensados y listos para consumir.

El tren se va y solo 2 minutos después llega otro, pero hacia las terminales 4 y 1, 2, 3. Estaba casi vacío e iba casi para el mismo lado. Eran casi las 3 de la tarde ya, tenía tiempo suficiente por ahora, así que me subí. Como la District y la Piccadilly van casi paralelas durante un buen rato, toda la gente se volcó en la Piccadilly porque la otra estaba interrumpida y eso sumado a las “severas” (la palabra queda corta) demoras hicieron que el viaje se hiciera imposible. 15:40. A tres estaciones antes de llegar a Heathrow una voz grabada dentro del tren dice “Si su destino es la terminal 5, baje en la siguiente estación y espere al tren correspondiente”. Ok señorita, eso voy a hacer.

Más mensajes inentendibles por los altoparlantes, frío, nervios. La agujas del reloj se mueven pero los trenes no. 15:55, llega el siguiente tren hacia terminales 4, 1, 2 y 3. Lo dejo pasar. Siguiente tren a las 16:10, terminales, 4, 1, 2 y 3. ¿WTF? Mi paciencia se colmó, empecé a sentir un poco de adrenalina en el cuerpo y me acerqué a un punto de información. Literalmente dije (perdón a mi ahijado) “Where the fuck are the trains to terminal 5??” La voz del otro lado era de un indio o paquistaní al que le entendí muy poco y no tenía ganas de repetir, pero más o menos me dijo que los trenes no llegaban a la terminal 5 y que tenía que ir a la 4 y ahí tomar un bus o un tren o algo así. Genial, ¡gracias por avisar! Tomé el siguiente tren y llegué a las 16:30 a la terminal 4. En 5 minutos debería estar despachando mi equipaje en la terminal 5 que queda en la otra punta del mundo, 1 km desde la terminal 4, imposible de ir a pie.

La adrenalina ya fluía libremente por mi sangre y aprovechando este extra agarré todo mi equipaje con una sola mano y con la otra iba volteando turistas desprevenidos. A los gritos les preguntaba a los muchachos de seguridad dónde estaba el bus o tren hacía la terminal 5. Finalmente llegué a la terminal de Heathrow Express. Le consulto a una flaca de ahí cuanto se tarda en llegar y me dice “Normalmente 20 minutos…”. O sea que estaría llegando a la terminal 5 a las 16:50. Bueno, me quedarían 10 minutos para abordar y las valijas, bueno, ¿¿para que necesito ropa??

El viaje duró los prometidos 20 minutos. Repitiendo la misma receta: correr, empujar y gritar, llegué al ascensor que llevaba hasta el sector de partidas de la terminal 5. Busqué a la primera persona disfrazada con el uniforme de British Airways y le comenté amablemente mi problema. Tengo que destacar que la gente de esta aerolínea se portó de 10 en todo momento. No es un chivo ni nada por el estilo, pero seguro que si esto pasaba con Ryanair me decían “volvé mañana”. Esta señora hizo unos llamaditos por teléfono, me tranquilizó un poco y me dijo “Bueno, vos podés abordar, pero no te garantizo que tu equipaje llegue”. Jaja, “estoy acostumbrado a eso, señora” le dije. Obvio que no entendió porque se lo dije. Mi equipaje corría riesgo aunque hubiera llegado a las 12 del mediodía, así que le dí para adelante.

Cargó las maletas en la cinta, la vieja me imprime el boarding pass y me dice “bueno…ahora tenés que CORRER a la puerta 9, si hay mucha gente en los controles de seguridad decí que estas a punto de perder el vuelo”. Y eso hice, pasé corriendo todos los controles pero al llegar a donde escanean el equipaje de mano, volvieron los problemas. La notebook la quieren afuera del bolso. El abrigo en la cinta, el celular también, obvio que la billetera y el cinturón. Ahh…ahora también los zapatos! Yo tenía 5 minutos para abordar!!! Tiré todo arriba de la bandeja, y al volver a retirar todo escuché un ruido…miré abajo y no había nada…ok. Dudé si perder tiempo en atarme los cordones, pero caerme por correr con los cordones desatados era el colmo.

Llego a la puerta de embarque y veo que todavía había cola para ingresar al avión. Como la gente de British es súper estricta con el peso de las valijas y yo ya tenía calculado hasta el último gramo, todos los kilos de ropa que no entraban los llevaba encima. Estaba vestido como un esquimal. Se podrán imaginar que después de todo el trote que tuve que hacer estaba completamente transpirado y lo único que quería era ubicar mi equipaje de mano e ir directo al fondo del avión a tomar una cervecita.

Entro, saludo a las azafatas mientras me seco la transpiración y ubico rápidamente mi asiento. Meto mi mochilita azul en el compartimiento superior y atrás de ella toda la ropa que me sobraba. Busco mi celular para apagarlo y meterlo en la mochila….pero no lo tengo. ¿Dónde está?. Abajo del asiento, bolsillos de la campera, pantalón, bolso de la notebook…nada…mmm. Ahí me di cuenta que el ruido que escuché en el sector de seguridad era el de mi HTC Desire cayendo adentro de la máquina.

Cuando sea un millonario y viaje en primera no me va a importar perder un celular después del día que tuve…pero sigo siendo pobre y no iba a dejar que, además del nuestro petróleo, los británicos se queden con mi celular. Impulsado con los asientos empecé a saltar la gente que iba a entrando por el avión hasta llegar a la puerta. La adrenalina se me salía por las orejas ya (recuerden que mis suprarrenales la empezaron a largar a las 16:10). Le grito al comisario de abordo “Forgot my phone!!” y salí corriendo por la manga. El tipo no llegó a decir una sola palabra.

Nunca pensé que iba a llegar a correr de ésta manera por un aeropuerto, mucho menos que pasara todo lo que pasó en este mismo día. En el sector de seguridad explico mi problema y cual argentos, lo primero que me dicen fue: ”Acá no se te pudo caer nada, si algo cae dentro de la máquina se detiene automáticamente” y después “¿Estás seguro que fue en ésta cinta?”. Llegó un momento que me hicieron dudar pero me acordaba de la cara de la vieja que me hizo poner en la bandeja una por una las monedas que tenía en el bolsillo.

17:25. El avión ya debería haber salido hace 5 minutos. Lo podía ver por la ventana, seguía ahí por lo menos. Cuando me dicen que van a buscar a “Objetos perdidos” me dieron ganas de matarlo. Justo cuando estaba por renunciar porque era el celular o el vuelo uno de los tipos dice que lo encontró pero que necesitaba un palo para sacarlo. Ahí me tranquilicé a medias….hasta no estar en el asiento el calvario no se acaba. Me dan el celu y lo primero que se me ocurrió decir fue “Revisen la máquina, parece que no se detiene cada vez que se cae algo adentro….gracias”

Ya adentro del avión con todas mis pertenencias voy al fondo del avión después del despegue para tomar mi merecida cervecita. Ahí me encuentro al comisario de abordo que me pregunta si pude encontrar al celu. Me dio un poco de charla, el tipo estaba aburrido y yo la verdad que necesitaba alguien para contarle mi día. Lo que le conté mucho no le interesaba pero como era medio afrancesado creo que estaba interesado en otras cosas. En fin, entre charla y charla me tomé un par de cervecitas que me ayudaron para relajarme apenas un poco antes de aterrizar. Recuerden las palabras de la flaca que me despachó las valijas: “…no te garantizo que el equipaje llegue”.

Esas palabras no me dejaron dormir en todo el vuelo, ya venía imaginándome mi semana con la misma ropa, llenando el formulario de la pérdida de equipaje, tratando de hacerme entender con los húngaros. Trataba de aislarme de eso, de descansar las dos horas y media del viaje, total iba a tener bastante tiempo para putear al llegar.

Ya en Budapest voy hacia el sector de retiro de equipajes y me siento en un costado. Para bien o para mal tenía que esperar a que pasen todas las valijas del resto de los pasajeros más unos minutos para considerar “perdidas” mis valijas y hacer la denuncia. Me moría de hambre, gasté una fortuna en el pasaje y lo único que me dijeron fue un sándwich de pavo. Saco mis crucigramas y me dispongo a esperar. Cuando levanto la vista ahí esta mi mochila naranja.

No se si lloré, no creo. Igual llorar y gritar en los aeropuertos es normal. Se ve todo tipo de gente y de manifestaciones de alegría y frustración. Desde el familiar que se va y que nunca sabés cuando va a volver hasta el otro flaco que estuvo dos años afuera y lo reciben todos sus amigos a los gritos. También suele haber bastante ruido y luces cuando llega alguna estrella y van todos los gruppies a recibirla o cuando algún estúpido llega tarde para su vuelo y se pone a correr por toda la terminal. En fin, se ve de todo. No digo que sea un gran trotamundos pero cuando viajé de Buenos Aires a Londres tuve una escala de 10 horas en San Pablo durante los cuales no me dejaron salir del sector de conexión y les aseguro que vi muchas cosas.

Tomé mi mochila con la misma alegría que voy a tomar mi próxima porción de pasta frola y me dispuse a esperar, ahora sí con más esperanzas, a mi otra valija. Al cabo de 20 segundos entró por la cinta y dí por finalizado el día con peor suerte del año hasta el momento. Ya no me importaba si el taxista que me debía pasar a buscar no estaba o si el hotel al que me mandaron era un desastre. Ya no importaba nada. Lo que no te mata te hace más fuerte. El taxista estaba, el hotel es más que decente (foto). La moraleja de todo esto es “Nunca confíen en el London Underground”. Nunca digan “Esto no me puede fallar”. “Nunca subestimen mi mala suerte”. Y ustedes que opinan, ¿me hago ver por un profesional?

FIN


Nota: Las fotos no son de mi propiedad

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